27 junio 2013

Ya han transcurrido ocho a?os desde que los l¨ªderes mundiales se comprometieran a erradicar la pobreza extrema mediante los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), con los que se pretende lograr la ense?anza primaria universal, empoderar a la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y forjar una nueva alianza para el desarrollo.


Los objetivos de desarrollo del Milenio se centran en las personas, tienen unos plazos concretos y son cuantificables. Son unos objetivos sencillos, aunque ambiciosos, f¨¢ciles de comprender para todas las mujeres, hombres y j¨®venes de a pie, de Washington a Monrovia, de Yakarta a Nairobi y de Oslo a Ciudad del Cabo. Tienen respaldo pol¨ªtico porque han logrado que, por primera vez, los l¨ªderes mundiales asumieran su responsabilidad en el marco de un pacto semejante. No obstante, somos dolorosamente conscientes de que muchas personas, en particular los pobres de las zonas urbanas, no saben bien en qu¨¦ consisten los objetivos de desarrollo del Milenio. Esto se debe a que el cambio anunciado todav¨ªa no ha llegado a los barrios de tugurios de los cascos urbanos, en los que los objetivos, en la calle y en la vecindad, s¨®lo se podr¨¢n lograr mediante la colaboraci¨®n de los gobiernos municipales, provinciales y nacionales con las comunidades.
En el a?o 2050, 6.000 millones de personas, es decir, dos tercios de la humanidad, vivir¨¢n en las ciudades. Y conforme van creciendo los centros urbanos, el locus de la pobreza mundial se va desplazando a dichas ciudades, especialmente a los asentamientos improvisados y barrios de tugurios que tanto proliferan en el mundo en desarrollo. Por esta raz¨®n necesitamos estudios, datos y cifras, y tambi¨¦n indicadores, para planificar con claridad la forma de lograr objetivos en las comunidades m¨¢s pobres. Nos hemos dado cuenta de que se trata de un aspecto complejo dentro de los esfuerzos que realizamos los miembros del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-H¨¢bitat) en colaboraci¨®n con nuestros asociados para lograr la meta 11 del objetivo 7: haber mejorado significativamente para el a?o 2020, la vida de por lo menos 100 millones de habitantes de tugurios. Si intentamos llevar la esperanza a los pobres de las zonas urbanas, necesitamos una gobernanza innovadora, adem¨¢s de ideas e informes locales, y tambi¨¦n tenemos que ayudar a nuestras ciudades, e incluso a nuestros pa¨ªses, a adoptar pol¨ªticas y estrategias en pro de los pobres que acaben con la necesidad de crear barrios de tugurios.


Al respaldar estos objetivos, los pa¨ªses ricos han asumido por primera vez su parte de responsabilidad para apoyar las iniciativas de los pa¨ªses pobres en forma de ayuda de m¨¢s calidad y mejor orientada, la condonaci¨®n de la deuda y un comercio m¨¢s equitativo. Los pa¨ªses en desarrollo han asumido la parte que les corresponde, a trav¨¦s de un mejor uso de los recursos y las iniciativas en materia de democracia, rendici¨®n de cuentas y mejora de la gobernanza, tales como la Nueva Alianza para el Desarrollo de ?frica (NEPAD).


Es cierto que los ODM se pueden alcanzar. El n¨²mero de personas que viven en la pobreza extrema en Asia se ha reducido en m¨¢s de 250 millones desde 1990. Pero las cifras clave que arrojan las ¨²ltimas investigaciones de ONU-H¨¢bitat nos dan una idea de la magnitud de la crisis urbana. En Asia habita casi el 60 por ciento de la poblaci¨®n mundial de los barrios de tugurios con un total de 581 millones de personas en 2005; en el ?frica subsahariana hab¨ªa 199 millones de habitantes de barrios de tugurios, lo que representa aproximadamente el 20 por ciento del total mundial, y en Am¨¦rica Latina 134 millones, lo que supone el 14 por cierto del total. A escala mundial, el 30 por ciento de la poblaci¨®n urbana viv¨ªa en barrios de tugurios en 2005, un porcentaje que no ha cambiado mucho desde 1990. No obstante, en los ¨²ltimos 15 a?os la magnitud del problema ha crecido sustancialmente, dado que otros 283 millones de habitantes de tugurios se han incorporado a la poblaci¨®n urbana del planeta.


En resumen, cuando se cre¨® ONU-H¨¢bitat en Vancouver hace 30 a?os, las Naciones Unidas, creadas tan s¨®lo tres decenios antes, cuando dos tercios de la humanidad viv¨ªan todav¨ªa en zonas rurales, apenas prestaban atenci¨®n a la urbanizaci¨®n y sus impactos. Hoy, el mundo est¨¢ siendo testigo de la mayor y m¨¢s r¨¢pida migraci¨®n a las ciudades de la historia. Se estima que 1.000 millones de personas -una de cada cinco personas del mundo en desarrollo- todav¨ªa viven por debajo del umbral de la pobreza extrema, y los resultados de las iniciativas nacionales son muy dispares hasta el momento. Ciertamente, son muchos los gobiernos y administraciones locales que todav¨ªa han de establecer sus planes de acci¨®n y sus metas destinados a mejorar las vidas de los habitantes de barrios de tugurios.


Se ha avanzado en la reducci¨®n del hambre, el suministro de agua potable y la escolarizaci¨®n primaria. Sin embargo, las madres siguen pereciendo innecesariamente durante el parto en los barrios de tugurios de los n¨²cleos urbanos del mundo en desarrollo, mientras que el VIH/SIDA, la tuberculosis y la malaria siguen propag¨¢ndose en los asentamientos urbanos m¨¢s necesitados. La igualdad entre los g¨¦neros sigue siendo una quimera para las mujeres de numerosos pa¨ªses. El deterioro del medio ambiente urbano y su entorno entra?a una creciente amenaza para el suministro de agua y alimentos a las ciudades, para sus hogares y medios de subsistencia.


No existe ninguna soluci¨®n m¨¢gica y, si las tendencias actuales persisten, algunos de los pa¨ªses m¨¢s pobres no estar¨¢n en condiciones de cumplir muchos de los objetivos de desarrollo del Milenio. Un fracaso semejante constituir¨ªa una tragedia y esa es la raz¨®n por la que los l¨ªderes mundiales van a celebrar una cumbre quinquenal de examen. ?sa es la raz¨®n por la que, en 2008, debe hacerse realidad el concepto de una alianza mundial entre los pa¨ªses pobres y los ricos en nuestras ciudades.

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